Material móvil menos moderno y menos abundante
Con excepción de las líneas en
manos de diversas autonomías, que debido a su carácter suburbano se han
modernizado notablemente para convertirse en ferrocarriles de cercanías, lo
cierto es que aún hoy las líneas de vía estrecha españolas, integradas en FEVE,
son consideradas de segundo orden, y disponen de escasos recursos. Baste
observar las últimas incorporaciones de material móvil, que se reducen a un
lote de locomotoras diésel de más de 35 años de antigüedad adquiridas de
segunda mano al ferrocarril industrial del Tajuña, y un lote de automotores
diésel y eléctricos obtenidos reformando automotores de cerca de cuarenta años
de antigüedad, mientras en RENFE se ponen en circulación modernos trenes capaces
de circular a 220 k/h como los Alaris, Euromed o Civia.
Bajas velocidades medias y máximas. Trazado anticuado.
La baja velocidad comercial es
otro problema; en las líneas de vía estrecha, la velocidad máxima sigue siendo
de 80 km/h ,
velocidad máxima que permanece desde 1960 (con excepción de los Ferrocarriles
Catalanes, que es de 90 desde 1985 y los de Mallorca, que es de 100 km/h desde 1995) En
1960 la velocidad máxima en vía ancha era de 120 km/h , y hoy es de 220 km/h en vía
convencional. Si las inversiones en mejora de vía y modificación de trazados,
señalización y material móvil hubiesen sido parejas en vía ancha como en
estrecha, probablemente estaríamos hoy en velocidades máximas en vía estrecha
de 120-130 km/h .
En Japón, Suiza o Sudáfrica se circula actualmente entre 120-140 km/h en vía estrecha.
En muchas líneas, como en
Valencia, las vías y las estaciones de superficie están instaladas exactamente
igual que hace un siglo, atravesando muchas poblaciones por entre sus calles,
sin barreras físicas que las separe; los pasos dispuestos sobre la vía para
realizar los viajeros el cambio de andén se convierten en realidad en pasos a
nivel utilizados por todos los habitantes del pueblo para cambiar de acera; los
antiguos muros que cerraban las estaciones, cuando los había, fueron demolidos
a finales de la década de 1980 para “integrar” las estaciones en los pueblos:
el resultado es que es imposible poner en circulación trenes directos, y mucho
menos que éste efectúe el paso a cierta velocidad, puesto que los peatones
invaden constantemente la vía y cruzan ante los trenes con la certeza de que
parará en el andén.
Excesivas paradas comerciales
Otro problema es el carácter
suburbano de muchas líneas, o el carácter suburbano que adoptan las líneas al aproximarse
a las ciudades; esto provocó, desde los años 70, una política de captación de
viajeros que consiste en construir apeaderos, generalmente en nuevos barrios o
urbanizaciones; se pone el tren “en la puerta de la casa” del usuario. El auge
del automóvil privado ha traído como consecuencia la dispersión de la
población, que abandona las ciudades para establecerse en urbanizaciones de
chalets o adosados; el problema viene cuando esa población dispersa exige a la
administración los mismos servicios que ofrece en las ciudades; en ferrocarril
consiste en la creación de apeaderos. Sin embargo, una parada momentánea
equivale a una pérdida de entre 60 y 90 segundos de tiempo en la marcha de un
tren que circule a 80 km/h: dicho de otro modo, unidades-tren modernas, con
gran capacidad de aceleración y frenado, tardan el mismo tiempo en muchos
trayectos cortos que viejos trenes en los años 60, debido a que el tiempo que
ganan gracias a su moderna tecnología se pierde en las paradas en los nuevos
apeaderos.
Para evitar esto, en la década de
los 90 se puso de moda la “solicitud de parada”, de manera que, al igual que en
los autobuses urbanos, el tren sólo para si se solicita parada, bien pulsando
un timbre de aviso en el interior del tren, o haciendo señas desde el andén;
esta fórmula, aún usada, es un desastre que provoca innumerables reclamaciones,
además de no permitir ganar tiempo, ya que el tren debe reducir tanto su marcha
en previsión de efectuar parada que, aún cuando ésta no se produce, el tiempo
ganado es insignificante.
Compañías pequeñas y desunidas
Otro problema, además de los
trazados decimonónicos, el elevado número de paradas y la baja velocidad media
y máxima, es la atomización de las líneas de vía estrecha; en efecto, mientras
la vía ancha se centraliza en una sola compañía, el estado de las autonomías
permitió la desmembración de FEVE en cinco compañías independientes: la propia
FEVE, EuskoTren, FGC, FGV y SFM. El resultado, desde mi punto de vista, es
malo, ya que los ciudadanos disponen de un mejor o peor servicio ferroviario
según la riqueza de su propio gobierno autonómico, en vez de intentarse un
equilibrio. No sólo eso: los gobiernos autonómicos tienen la potestad de
legislar sobre ferrocarriles en las líneas propias, lo que considero un retroceso
de 150 años en la historia, puesto que de siempre el ministerio de Fomento ha
sido el encargado de legislar sobre ferrocarriles, y las compañías privadas
estaban obligadas a cumplir unas leyes y reglamentos comunes para todos; la Inspección de Ferrocarriles
del Estado era la encargada de comprobar este cumplimiento y de sancionar a las
compañías que no lo hicieran. Actualmente, los gobiernos autonómicos
propietarios de FGV, FGC, SFM y EuskoTren tienen la potestad de crear su propia
legislación, y ha desaparecido el control de Fomento sobre estos ferrocarriles,
sin crearse en cambio ningún otro organismo de control, lo que equivale a que
la empresa ferroviaria crea las leyes por las que se rige sin que nadie pueda
controlar que sean adecuadas ni si se cumplen. Además de esta falta de control,
otro aspecto nuevo es la reducción de la formación profesional, que se ajusta a
las necesidades de personal derivadas de la explotación y no a criterios
formativos en sí. La reglamentación clásica y la formación exhaustiva tienden a
desaparecer por criterios particulares de explotación empresarial.
Además, la independencia de estas
compañías entre sí provoca notables encarecimientos no sólo en la gestión (cada
compañía arrastra el lastre de una numerosa jefatura y administración, en
comparación a la época pre-autonómica, para explotar los mismos kilómetros de
vía, aproximadamente) sino en la adquisición de equipos y material. Con un
ejemplo lo entenderemos fácilmente: cuando hace falta material móvil (o
cualquier otro producto), cada compañía actúa independientemente; como las
compañías son pequeñas, los pedidos se reducen a cortas series de material, por
lo que el fabricante (que debe configurar la maquinaria de su factoría para
atender el corto pedido) eleva los precios para compensar el trabajo. Es normal
que cueste, por unidad, más caro un lote de diez vehículos que uno de
cincuenta; teniendo en cuenta que tanto las líneas electrificadas de FEVE, FGV,
EuskoTren y FGC trabajan todas a 1500 voltios de corriente continua, y que en
FEVE, FGC y SFM existe la tracción servida por automotores diesel, háganse una
idea del enorme ahorro que se produciría si, bien por ser empresa única o bien
porque las diferentes compañías se pusieran de acuerdo, los pedidos de material
fueran conjuntos, algo posible pese a las diferencias entre líneas por el
desarrollo de vehículos modulares. Como esto no se ha hecho en los últimos 25
años, no parece que se vaya a hacer nunca… y la consecuencia es que debido al
alto precio de adquisición, se tiende a adquirir el mínimo posible y a la
reforma de material viejo, con consecuencias tales como la falta de vehículos y
la baja fiabilidad del material reformado.
Javier Golf, Valencia 2 de junio de 2003
BIBLIOGRAFIA
-Libro “Apuntes sobre Ferrocarriles”, de los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos J. Badillo, M. A. Hácar y M. Losada, Editorial Edix S.A., Madrid 1967.
-Artículo “Las posibilidades y limitaciones de la vía métrica” de L. Ubalde, presentado en el concurso organizado por la empresa COMSA sobre ferrocarriles, 2002.
-Ponencia “Priorizar la Movilidad desde el Transporte Público”, del Doctor Ingeniero de Caminos Ole Torshon Seminario sobre Transportes y Movilidad Sostenible, Peñíscola 2002
Sigue capitulo 3
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